Llegamos al cuarto eslabón de la cadena de la accesibilidad y nos encontramos con un punto neurálgico, porque puede que tengamos fallos en la difusión, nuestra web o dificultades en el transporte; pero donde la persona visitante va a experimentar realmente nuestra accesibilidad es en nuestro museo y en ese aspecto la recepción es clave.
Se suele decir que solo hay una oportunidad para crear una primera impresión y es así, la primera experiencia que tenga una persona en nuestro museo será la que va a marcar su relación con la entidad.
Así que las personas que estén en ese primer punto de atención al público tienen que estar informadas, formadas y sensibilizadas sobre todas las medidas de accesibilidad que hemos implementado.
Esta formación abarca no solamente conocer en qué consisten dichas medidas, es fundamental conocer la diversidad de los públicos, sus necesidades y sobre todo el trato adecuado.
Tampoco podemos olvidar por supuesto que la propia recepción debe ser accesible.
Empecemos por ahí, las medidas mínimas de accesibilidad de una recepción o punto de información son:
- Está bien señalizada, es fácil de localizar desde la entrada.
- El recorrido desde la puerta hasta la recepción está libre de obstáculos.
- El mostrador de recepción está bien iluminado.
- La mesa de atención está situada a una altura adecuada para personas en silla de ruedas y permite la aproximación frontal.
- Dispone de bucle de inducción magnética.
- Si la persona de recepción no conoce la lengua de signos, se dispone de un sistema de vídeo interpretación, para contactar con intérpretes vía internet.
- Hay folletos e información en lectura fácil.
- Hay información en braille y/o macrocaracteres.
- Tratar a las personas con discapacidad con respeto y naturalidad, como nos gustaría que nos tratasen a nosotras y a nosotros mismos.
- Si la persona con discapacidad va con un acompañante, dirigirnos a la persona directamente si tenemos preguntas, no a su acompañante como si la otra persona no estuviese.
- No dar nada por supuesto, podemos ofrecer ayuda, lo más útil es preguntar y el sentido común. No prestemos ayuda sin que nos la hayan solicitado o aceptado.
- Cuando hablemos con personas adultas debemos utilizar un lenguaje apropiado a la edad, no debemos utilizar un lenguaje infantil con personas con discapacidad intelectual o con personas con dificultades de comunicación. El hecho de que una persona no se pueda expresar no quiere decir que también tenga una discapacidad cognitiva.
- Si nos dirigimos a personas ciegas procuremos dar indicaciones con referencia a su derecha, su izquierda o las manecillas del reloj. No usemos términos como “ahí”, “allí” ni señalemos con el dedo.
- Si vamos a acompañar a una persona ciega, dejemos que ella nos coja del brazo, no le debemos coger de la mano y llevarla a donde nos parezca.
- Si nos dirigimos a una persona sorda, procuremos tener la cara bien iluminada, no tener ningún elemento en nuestra boca que dificulte la lectura labial.
- Si no logramos comunicarnos oralmente con una persona con discapacidad auditiva, podemos usar la escritura.
- Debemos permitir el acceso de las personas con discapacidad con sus perros de asistencia, hay varios tipos de perros de asistencia, no solamente los perros guía de personas ciegas. Más información: Guía “Conóceme, soy un perro de asistencia”.
- Y sobre todo tengamos presente que ser una persona seria y profesional no está reñido con tener sentido del humor. Lo fundamental es crear un entorno amable y distendido donde tanto la persona visitante como el personal de atención al público, sientan comodidad y libertad para desenvolverse en cualquier situación.