Sí, vergüenza, no puedo usar otra palabra.
Hoy me ha llamado una persona para contarme cómo se han visto vulnerados sus derechos por la falta de accesibilidad.
Hace tiempo que decidí que los artículos que escribiría para Calícrates o a título personal serían positivos, hablando de buenas prácticas y con el objetivo de animar a que entre personas y entidades hagamos una sociedad más accesible.
Sin embargo, hoy me tengo que saltar esta norma porque me invade un profundo sentimiento de vergüenza, combinada con indignación y decepción.
Llevo más de 15 años trabajando en accesibilidad y he visto casos insultantes, en todos ellos escribí cartas, hice propuestas a los partidos políticos, actué de alguna manera y esta vez no puede ser menos. Sencillamente porque es una cuestión de justicia y porque no voy a ser cómplice en el silencio mientras se atropella a una persona que lo único que ha hecho es luchar por ser un activo social, por aportar y crecer.
Por el momento esta persona me ha pedido que este artículo sea anónimo, entiendo perfectamente su posición, porque el miedo al rechazo y al señalamiento puede ser aún peor que lo que ha vivido.
Yo, como os digo, no puedo callar, ni personal, ni profesionalmente.
Esta persona tiene discapacidad visual, tiene ceguera prácticamente desde que nació. Es una de las personas más inteligentes que conozco, muy trabajadora y me siento muy orgullosa de haber tenido la oportunidad de colaborar con ella.
Tiene una licenciatura, un grado y conocimientos de idiomas. Con el grado se presentó a una oposición y quedó en listas de contratación.
Este verano llega ese ansiado momento en el que le llaman para que haga unas sustituciones, avisa que necesita la adaptación de su puesto de trabajo, dicho en otras palabras, que las herramientas de trabajo sean accesibles para poder desempeñar su labor.
Todo esto con un mes de antelación; conociendo el panorama de la accesibilidad esta persona dice que si no se pueden adaptar los programas informáticos, que lo hace constar para que se adapten otros protocolos o formas de trabajar para, como se ha dicho anteriormente, desempeñar su puesto de trabajo.
Espero que algún día esta persona cuente su historia, porque no conozco los detalles, ni todo el proceso. Además, tiene un gran talento para redactar, si lo saca a la luz será muy interesante.
No entraré en los pormenores del caso, solo os puedo contar que a esta persona no se le adaptó el puesto de trabajo y se volvió a casa con total impotencia y confusión.
Ahora procedo a contar porqué me ha enfadado tanto este caso y me parece una auténtica vergüenza:
- Se trata de una administración pública: tiene la obligación legal de ser accesible de forma real y efectiva para la incorporación socio laboral de las personas con discapacidad.
- Se trata de un incumplimiento de varias leyes: la accesibilidad es un derecho y como tal no es negociable.
- Los programas informáticos no son accesibles: el problema no es que se tuviera que adaptar el puesto de trabajo, el problema es que se siguen haciendo programas informáticos que no son accesibles.
- La accesibilidad de las oposiciones se convierte en una farsa: no tiene sentido de que se hagan accesibles los procesos de selección si luego no hay una voluntad real para hacer que los puestos de trabajo sean accesibles.
- No se favorece la diversidad: se reclama que una sociedad diversa es enriquecedora, pero a la hora de la verdad no es inclusiva.
- Se fomenta la dependencia: a esta persona que lucha por su autonomía, se le disuade de facto para que viva de ayudas “y no moleste”.
- Es una burla para todas las personas que trabajamos en la accesibilidad: si la administración no pone los medios, de ahí en adelante ¿a quién se le puede exigir?
- El doble rasero: a una persona que tiene un pequeño negocio se le exige hacer una inversión para que sea accesible, mientras se invierten cientos de miles de euros en tecnologías no accesibles desde las grandes entidades.